Pedro Narbona, de Narbona Wines: “Para mí el mercado más importante es el chileno”

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05 de Octubre, 2020
Reportaje realizado por Vale Rudolphy

En la Provincia de Quillota, donde usualmente no se encuentran viñas en los alrededores, existe un rincón escondido que aún está creciendo y representa el mundo vitivinícola. Se trata de Narbona Wines, quienes – literalmente – desde la Quebrada del Ají van creciendo.

Pedro Narbona tiene un terreno al final del camino en este rincón de la Región de Valparaíso. Rodeado de predios y campos, se encuentre entre cerros en lo que es un espacio inusual para el vino en Chile: no tiene vecinos del rubro, pero cuando hace unos años encontró la oportunidad de migrar a este lugar y comenzar su proyecto, no dudó ni un segundo.

Para llegar, hay que saber ubicarse e ir preparado: en épocas como el invierno el camino terroso puede ser un poco difícil, pero al final de llegar es una especie de oasis, lleno de cactus y otros tipos de vegetación que a sólo unos kilómetros de parques como la Campana. Esa es la flora y la fauna que se puede encontrar aquí. De hecho: está lleno de zorros. A la luz del día no alcanzamos a percibirlos, pero están ahí y son más dueños del lugar que cualquier otro, por lo mismo son el logo de la marca de Pedro, Narbona Wines.

“Siempre me gustó el mundo del vino, es un gusto adquirido desde mi familia y las reuniones dominicales que teníamos. En un momento decidí pegar el salto y atreverme a hacer mi propia barrica, y desde entonces estoy en el negocio”, nos cuenta.

Vino ecoamigable

Desde el año 2009 existe este proyecto, que busca desarrollarse siendo cuidadoso con el medio ambiente. Por eso es que se definen como una viña con enfoque autosustentable, cuidando la producción priorizando la calidad en vez de la cantidad.

Mientras caminamos por el territorio se oye el agua correr: es una vertiente que atraviesa el espacio, agua pura que cae primeramente por este lugar y luego a los otros recovecos de la “Quebrá” del Ají, misma agua que es usada en la bodega, la que también genera su propia electricidad. Todo está hecho manualmente, de la manera más artesanal posible.

Esto lo vemos con Jorge, quien trabaja con Pedro y está hirviendo el lacre para sellar algunas botellas cuando entramos al bodegón, un espacio lleno de barricas y botellas, donde todo pasa y se concentra la creación. Mientras en una cocinilla calienta esta especie de cerca, aprovecha de etiquetar las botellas, todo con especial dedicación.

Además de la bodega, en medio de este bosque nativo, hay un espacio para degustar y descansar. Lejos de la realidad del coronavirus y el confinamiento, este es un nuevo destino para el enoturismo, con los senderos que aquí se pueden recorrer – a la vez de degustar los vinos.

Al fondo de todo se encuentra un domo que en algún momento fue hogar de Pedro, todo con energía solar. La idea de esta viña es ser lo menos intruso con el medio ambiente, respetar el entorno para minimizar el impacto ecológico.

Experimentar y aprovechar los recursos disponibles para crear

Las uvas son compradas, lo que le permite a Pedro la capacidad de expandir su creatividad en cuanto a qué cepas quiere y con qué características. Incluso poder acudir a diversos puntos geográficos para buscar los resultados que él quiere. Desde ahí surgen sus cabernet sauvignon, carmenere, petit verdot, y un malbec con el que hoy está experimentando.

Sin embargo, Pedro no niega que es un negocio difícil. “Somos chicos, pero la gente cada día tiene más ganas de probar cosas nuevas. Es complicado competir con empresas grandes, pero en la medida de que las personas aprenden tienen interés por probar otras cosas”, y ahí entran ellos.

A diferencia de lo que ha ocurrido con muchas áreas de la economía durante la pandemia, para la industria vitivinícola, y para Narbona en específico, ha sido un gran periodo de oportunidad y crecimiento. “En especial por los canales digitales”, nos cuenta. Sus vinos se distribuyen de manera directa en las cercanías de Quillota y la capital, y al resto de país en negocios especializados como Santa Tienda.

Esta alza del consumo ha sido un buen momento para expandir su clientela, y eso también hay que cuidarlo con la relación precio-producto, comenta: “El vino no puede ser una cuestión tan de lujo, del olimpo, sino incluirlo ojalá en la dieta de todos los días de la gente. Poder beber rico; quizás no tanto, pero bueno”.

En su opinión “Aún hay un consumo de vino súper bajo, al ser un país vitivinícola, la gente está adquiriendo más cultura”. Pedro también es parte de 3 Monos, pero Narbona Wines es su proyecto personal. “Nuestro propósito es exportar y llegar a un mercado internacional, pero primero y más importante es el mercado chileno. Para mí es lo más importante es Chile. Mi producción es para venderla acá. Porque primero hay que ser profeta en la propia tierra”, dice.

Sus vinos son tan especiales como el lugar del que vienen: totalmente inusual, oculto, pero algo muy arraigado en la cultura de todos. El Ají tiene paisajes hermosos que rodean todo este potencial, esta bodega y el enoturismo que atrae aquí no son en vano. Un paraíso, de algún modo. Cruzando la nebulosa de la pandemia, espera reactivar las cenas y aventuras que desde aquí se generaban. Por mientras, de manera cautelosa, seguirá trabajando en sus vinos.

Conoce más de Narbona Wines en: narbonawines.com

Fotos: Rodolfo Muñoz.